28 Festival de Málaga: Días 1 y 2 (14 y 15 de marzo)


Arrancamos el festival con la última película de Daniel Guzmán.

La deuda (★☆☆☆☆) parte de un interesante planteamiento, una historia sobre tragedias y dilemas morales, a los que desafortunadamente Guzmán intenta sumar una serie de temas —desahucios, gentrificación, tercera edad...— que convierten a su película en un cúmulo de ideas sin mucha profundidad.

Formalmente lo aborda de forma muy amateur: Pasa constantemente de una conversación —consistente en planos y contraplanos— a un par de planos generales en los que el personaje principal se desplaza a su siguiente conversación. Y así durante las dos horas de metraje.

Tal vez esos planos generales sean el mayor interés de la película. No es sencillo combinar el digital con lo urbano y aquí logra —en alguna ocasión— unas imágenes de cierta belleza, que sirven al menos para contrastar la cantidad de primeros planos.

Hablaba el director en la rueda de prensa que su objetivo era constantemente buscar unas actuaciones orgánicas, naturales, que no resultasen impostadas cualquier momento, pero lo cierto es que logra todo lo contrario. Decía que no criticaba al resto del reparto porque al ser él el actor protagonista, los demás eran sus compañeros y no quería juzgarlos, pero tal vez debería haber metido algo más de mano —O dejarles más libertad para que no fuese tan robótico—.

El salto de calidad al siguiente visionado fue notable. Tras la preciosa Los pequeños amores, Celia Rico trae este año La buena letra (★★★½), adaptación de la novela homónima de Chirbes. Una película de una fuerza actoral y visual arrolladoras, donde también destaca una banda sonora —encabezada por Concha Piquer— y una dirección muy elegante que retrata de manera precisa la vida de una familia valenciana en la posguerra —con la mujer como foco principal—. 

La forma aquí cobra gran importancia y todo se cuenta mediante los gestos, las miradas e incluso los silencios, de una forma que remite especialmente al cine de Erice —tal vez desde sus cintas hasta esta que aquí nos ocupa no haya vuelto a hacerse una de tal calidad en esta temática—.

En estos últimos años han abundado las películas sobre maternidad en el cine español —tal vez la más rescatable y más cercana a la aquí vista sea Cinco Lobitos—, pero Sorda (★★★½) va más allá de lo acostumbrado. Presenta un giro de tuerca al centrarse en la sordera de su protagonista, a través de una mirada muy humana que logra que el espectador conecte con si situación sin efectismos ni sentimentalismo impostado. 

Toda la fuerza está en su guión e intérpretes. Aunque en el tramo final la forma cobra especial importancia, el resto del metraje busca ser simplemente transparente, realista, lo que finalmente se agradece ante lo que termina siendo una situación completamente real y compleja, un conflicto que busca concienciar y que difícilmente deja a alguien indiferente.

Al ritmo de Ana Arsuaga salen los títulos de crédito y es inevitable pensar que Sorda tiene un puesto asegurado en la carrera de premios este año.

Jone Batzuetan (★★★) es una película sobre el amor —el romántico, el familiar, el propio—. Sobre la muerte, sobre decir adiós, pero también sobre la vida... Nace de unos diarios del padre de la directora —que conoció como script a La Dani en el rodaje de Te estoy amando locamente, y nace así la canción para esta película—, a partir de los cuales crea un diálogo entre las vivencias de ambos.

Casi toda la fuerza recae sobre una soberbia Olaia Aguayo y logra que —aunque a veces se quede corta en su ambición por abarcar tanto—, la película transmita muchísima humanidad, corazón, que sea transparente y libre.

Tierra de nadie (★★½) apuntaba a ser el típico thriller comercial y tal vez propagandístico, pero terminó siendo una propuesta muy pulp bastante funcional y entretenida, que aunque no aporte nada realmente novedoso, cuenta con una sólida dirección en sus escenas de acción y un reparto en estado de gracia.

Es atrevido autofinanciar un proyecto como A nadie le importas (★★★) y no es de extrañar que aún no cuente con distribución. No puede venderse como biopic a pesar de que nazca de una situación que vivió David Suárez, pues realmente lo parodia y explora un "qué hubiese pasado si...". 

Es divertidísima, a ratos incluso creativa al experimentar con las formas, y resulta en una sátira genial sobre el mundo de la fama.

Gerard Oms se convierte con Molt Lluny (★★★½) en un cineasta muy a tener en cuenta de cara al futuro. Parte de un suceso autobiográfico para retratar el intento de supervivencia en el extranjero de un chaval que busca el sueño europeo. 

El paso a una mejor vida se complica y la obtención de un trabajo también, pero el personaje interpretado por un brillante Mario Casas —en el mejor papel que haya dado nunca— se muestra sin ningún tipo de efectismo a pesar de la crudeza de su situación. Todo es muy honesto, humano. La película invita a empatizar, a reflexionar sobre la pertenencia y la identidas. Sorprende y alegra su calidad cinematográfica. Se sale de lo comercial por completo, y tanto imagen como sonido están tratados con muchísimo mimo, buscando narrar a través de ellos, no necesitando de texto para contar o generar emociones.

En un momento donde hay cierta tendencia a que las narrativas políticas separen al "inmigrante" de la "persona", se agradece de que la pelicula los trate como lo segundo.

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